Orígenes de la ECI
Los orígenes de la ECI relatados por sus pioneros
Buenos Aires, 14 de julio de 2011.
Un día como hoy, hace 25 años, se creó la escuela de invierno del Departamento de Computación (DC). Por aquel entonces, y ante la necesidad de lograr un crecimiento sostenido del emergente DC, un grupo de estudiantes, docentes y profesores se reunieron para imaginar lo que luego sería la ECI. Habían transcurrido sólo dos años de la creación del DC y ese año se había reformado el plan de estudios de la Licenciatura.
Observando otras valiosas experiencias como la Escuela Brasileño Argentina de Informática (EBAI), resultaba fundamental fortalecer la docencia, vincularse con otras áreas como el sector productivo y abrir nuevas líneas de investigación.
Pero en esa época estaba todo por hacer en el Departamento de Computación: era necesario incorporar docentes con dedicación exclusiva, fomentar la investigación, adquirir equipamiento computacional, mejorar el plan de estudios y muchas cosas más. El contexto, los primeros años de la democracia, con enormes restricciones presupuestarias para las universidades en general, y para un departamento flamante y sin tradición en particular. Sin embargo, gracias al esfuerzo de muchos, se logró.
En las primeras reuniones participaron Hugo Scolnik (director del DC), Alicia Gioia (Directora Adjunta del DC), Silvia Braunstein (Secretaria Académica del DC) Roberto Bevilacqua, Adolfo Kvitca (Profesores), Rafael Pinedo (Graduados); Alicia Castigliego Pablo Mato, Sergio D’Arrigo, Ricardo Rodríguez, Fabián Rosenberg (Estudiantes); Gabriela Maidana y Alberto Teszkiewicz.
A modo de merecido homenaje de este 25º aniversario de la Escuela de
Ciencias Informáticas, los organizadores entrevistaron a los
principales pioneros de la Escuela, quienes con gran vocación y entrega
contribuyeron a la creación y al lanzamiento de la histórica primera
edición de 1987.
- ¿Cómo surgió la iniciativa de realizar la ECI?
Roberto Bevilacqua: Recuerdo que en febrero de 1987 concurrí a la Escuela Brasileño Argentina de Informática (EBAI). Eran vacaciones porque nos liberábamos del entorno habitual, de la preocupación por cuestiones de trabajo, de la corrección de exámenes, de preparar clases, nos debíamos preocupar por ser sólo alumnos, para recibir clases de unas personas cuyos nombres ya eran o fueron leyendas. Porque podíamos intercambiar opiniones sobre sistemas operativos o redes con Norma Lijtmaer, que además contaba historias divertidas de lo que sucedía en el segundo piso de uno de los edificios del MIT, escuchar mano a mano a Armando Haeberer y Antonio Furtado hablar de especificación o tratar de desentrañar lo que pacientemente Ugo Montanari decía sobre algo llamado “Cálculo Lambda”, en unas charlas.
Compartimos esa actividad con 500 jóvenes de ambos países, algunos de otros países cercanos, con hambre de saber y además un libro cada uno, uno por cada curso que tomábamos. Transcurriendo la segunda semana, momento en el que ya éramos todos amigos, luego de haber compartido clases, evaluaciones, almuerzos, desayunos. Justamente en un desayuno, luego de al parecer una larga noche de vinos y guitarras, y ya llevar varios días de discutir cómo debía ser nuestro Departamento de Computación y que si no cambiaban cosas, y si no se hacían otras, entonces nuestro Departamento tendería a desaparecer, pues no había producción científica, no se generaban elementos para la sociedad, etcétera, los ánimos se caldearon. En marzo de ese año el Departamento sólo tenía dos años -a diferencia de otros departamentos de varias decenas de años de antigüedad, que se dedicaban a ciencias básicas, con ilustres investigadores- y era considerado el Departamento que solamente se dedicaba a temas de tecnología, una tecnología que no era mucho más que una calculadora.
Entendimos que debíamos proponer un cambio. Cuando en forma balbuceante comenzamos a esquematizar la propuesta llegó la caballería, Roque Pedache, Secretario de Extensión de la Facultad seguido de Hugo Scolnik , Director del Departamento, quienes categóricamente dijeron que “la Facultad miraría con muy buenos ojos una propuesta de ese tipo” y así nació la Escuela de Computación de Invierno.
Pablo Mato: Eran mediados de los ‘80, con toda la efervescencia de la vuelta de la democracia, la activa participación de los diversos claustros, teníamos muy pocos recursos materiales y si bien éramos “unos pocos”, parecíamos “unos muchos”, con muchas ganas de colaborar en el fortalecimiento de la Carrera y del Departamento. Nos planteábamos cómo atraer gente y recursos para desarrollar una comunidad científica. Cabe aclarar que el Departamento de Computación era pequeño, con unas pocas oficinas al lado del Instituto de Cálculo (Pabellón 1) entre las cuales estaba la oficina de Hugo Scolnik y en donde teníamos las reuniones del CaDep que era el Consejo Asesor de Departamento. En esas reuniones tratábamos muchos temas, como por ejemplo hacer los concursos para profesores (la mayoría estaba sin concurso), conseguir libros (había pocos), suscripciones a publicaciones (casi no teníamos) y nos planteábamos cómo atraer recursos humanos y materiales y analizábamos otras experiencias como por ejemplo, la Escuela EBAI. Así se inicia este largo proceso, en el cual había diversas iniciativas a las que teníamos que darle forma, luego pensamos en crear una Escuela de Invierno, que finalmente llamamos ECI. Los objetivos principales eran fortalecer la comunidad científica, atraer gente, ideas, nuevas tendencias, de forma tal de armar foros y grupos de investigación que después siguieran comunicados, claro que en ese entonces recién aparecía el e-mail.
Ricardo Rodríguez: La cabeza se me llena de nostalgia cuando pienso en los primeros años de la ECI. Todavía tengo fresca aquella primera reunión de CaDep (el antecesor del actual CoDep) donde eufóricos Roberto Bevilacqua y Adolfo Kvitca volvían de la Escuela EBAI de Tandil para proponer que en el recientemente creado DC se tratara de hacer una experiencia similar. Eran tiempo efervescentes en el Departamento. Todo era un desafío y todos estábamos dispuestos a abordarlos. La verdad que teníamos la energía y las ganas.
- ¿Qué recuerda y destaca de aquel entonces? ¿cómo se trabajaba en la organización? ¿alguna anécdota que pueda compartir?
Roberto Bevilacqua: Mayo de 1987 en Capital Federal. Eran aproximadamente las 11 de la noche y habíamos realizado varias reuniones para poder organizar la que ya se llamaba “Escuela de Ciencias Informáticas”. Esa noche habíamos discutido mucho sobre la organización con Ricardo, tanto que para seguir hablando ambos cambiamos nuestros recorridos de retorno a casa. Absorto en el tema, me paso de parada, bajo, comienzo a cruzar la calle, nunca llegué a la otra vereda, un Torino atacó mi rodilla. Julio de 1987, mi casa, contemplando mi yeso, me llama Ricardo Rodríguez, quería saber si podía concurrir a otra de la reuniones ECI, pero hombre ... “no puedo movilizarme”, le dije “pero nosotros sí”, fue la respuesta, y así fue como nuevamente me involucré. Alrededor de mi yeso, se reunieron, Alicia, Silvia, Hugo, Ricardo, Sergio, Vidart, Adolfo y muchos otros que ahora, lamentablemente, no recuerdo, a tomar café, comer pasta frolas, provistas por Mónica, mi esposa, y obvio, a organizar la ECI durante muchas tardes. Mis funciones fueron bastante acotadas, pero MEGATEL hacía poco tiempo que había cumplido y mi teléfono, por entonces un elemento bastante escaso, sirvió para poder materializar el sueño colectivo. Los subsidios para lograr esta ECI fueron obtenidos por Hugo Scolnik de la Secretaria de Ciencia y Técnica de Sadosky y de la Fundación Ciencia Hoy. Septiembre de 1987, Ciudad Universitaria, Pabellón II. Afortunadamente los ascensores llegaban hasta planta baja y estaban cercanos al estacionamiento trasero, así que ya sin yeso pero con muletas, pude asistir a la inauguración, de la ECI, que resultó ser la primera de por ahora 25 gloriosas ECIs.
Pablo Mato: Nos dividimos en el Comité Organizador y el Comité de Programa, ya que por supuesto empezábamos a tener reuniones adicionales a las del CaDep. Recuerdo que cuando comenzaban las primeras reuniones del CaDep a principios del año lectivo, ya empezábamos a pensar en la próxima ECI y a medida que la fecha se acercaba incrementábamos las reuniones y la búsqueda de recursos. Uno de los temas era cómo pagar los viajes y estadías de los invitados, muchos de los cuales venían “casi gratis”; y había que buscar fondos para afrontar todos los gastos.
Queríamos también que desde los grupos de trabajo que surgieran de los temas de la ECI, también pudieran desarrollarse materias optativas en las áreas de interés, como luego ocurrió. El recuerdo que tengo es las ganas que poníamos, el tiempo que dedicábamos hasta altas horas de la noche, muchas veces con frío y luego a esperar el colectivo para volver a casa.
Ricardo Rodríguez: Recuerdo por ejemplo el esfuerzo por armar un estatuto que jamás se instituyó. Las peleas para convencer a un Consejo Directivo adverso a que nos dieran dinero para hacerla. El accidente de Roberto Bevilacqua cuando lo atropelló un auto frente a su casa. La huelga docente de 58 días en 1988, que coincidió en medio de la ECI con mil trastornos. La ECI de 1990 con la primera exposición de empresas de computación en paralelo realizada en el entrepiso del Pabellón 1, recién estrenado. Y creo que podría seguir pero por ahora aquí me planto.
- Según su apreciación, ¿cómo evolucionó la ECI en el transcurso de estos años en cuanto a oferta académica, actividades y relación con el sector productivo? ¿Esta evolución de la ECI se ve reflejada en el propio crecimiento del Departamento?
Roberto Bevilacqua: Todas las ediciones de la ECI fueron bastante parejas en cuanto a calidad de contenidos. La particularidad de los cursos es que eran sobre temas candentes de la época y de las necesidades de cubrir conocimientos que el Departamento no podía abarcar. La principal razón crear la ECI fue siempre la de generar, a partir de sus actividades, grupos de interés y grupos y líneas de investigación.
Pablo Mato: Con el correr de los años nos fuimos abriendo más a la comunidad “no científica” y nos acercamos a empresas de IT para que hicieran auspicios, expusieran temas de interés mutuo, presentaran en qué áreas estaban trabajando en sus departamentos de investigación y desarrollo y también expusieran stands.
- ¿Qué significan hoy para usted 25 años de ECIs?
Roberto Bevilacqua: El sueño continúa. Quiero recordar a algunos olvidados de esta saga, que son muchos pero lamentablemente sólo recuerdo algunos. Rafael Pinedo, que renunció a una gerencia en una importante petrolera para dedicarse a ser Secretario Académico y colaborar con la ECI. Atesoro su primera novela, Plop, que obtuvo el Primer Premio de Novela Casa de las Américas en 2002, su segunda novela, Frío, resultó finalista del Premio Planeta Argentina en 2004, pero la novela no llegó a publicarse y ha permanecido inédita hasta 2011 y Subte, que completa la trilogía y que creo que aún está inédita. Diego Baigorria, que un día de lluvia y con su moto salió rápidamente para el centro a llevar un sobre y nunca llegó ni volvió. Armando Haeberer que nunca pudo concluir su viaje en Ferry. Y los que estamos aún…Alicia Castigliego y su esposo, que contribuyeron siempre con el Departamento y la ECI. Fabián Rozenberg y todo su ímpetú. Irene Loiseau que, por lo menos, un par de ECIs las hizo casi sola. Pablo Mato, quien más tarde donó un par de sillones. Mercedes Sánchez que diagramó e ilustró muchos de los afiches y folletos. Aída Interlandi, que continúa. A todos los abnegados Miembros de los Comité de Programa y Organización. Por último agradezco a las autoridades Departamentales y a los actuales Organizadores que me incentivaron a escribir estas líneas.
Pablo Mato: Me resulta bastante difícil, expresarlo en palabras, pues tengo muchas sensaciones cuando pienso en lo que genera esta pregunta. Tengo muchos recuerdos y sensaciones en las que se mezclan nostalgia, alegría y por qué no decirlo, cierto orgullo de también ser uno de los pioneros y fundadores de la ECI. Podría sintetizarlo en trabajo en equipo entre los distintos claustros, con un objetivo común y con la ambición de dejar algo que trascienda más allá de nosotros mismos, brindando nuestro tiempo, esfuerzo y cariño.
Imágenes de Archivo: Compilación de Folletos ECI de 1989 a 1991